Hoy en clase un alumno ha realizado un comentario muy descriptivo y convulso en el sentido del género espetando a otro alumno que el oboe es un instrumento de chicos y la flauta de chicas. Si bien es cierto que tradicionalmente la música ha sido un campo prominentemente machista, he querido realizar un análisis para dirimir si todavía las orquestas siguen siendo machistas aún hoy en día, o ya se superaron los prejuicios que vetaron los comienzos de artistas como Sabine Meyer, Alison Balsom o Judith Jauregui.
Tengo que decir que solamente he analizado 4 de las 10 más importantes orquestas de España, no he comprobado todas las relevantes, pero mucho me temo que no habrá demasiada variación del resultado.
En todos los instrumentos de viento madera que han sido objeto de análisis el predominio de hombres es más que palmario. En caso de las flautas un 43% son mujeres, un 19% en el caso de los fagotes, 17% en el caso de los clarinetes y un rotundo 0 % en los oboes. Claro que, si hacemos un juicio de valor, está clara la conclusión a la que llegamos. Pero ¿es determinante el sexo a la hora de elegir un instrumento musical?
En mi clase la verdad es que no solemos comentar este tipo de cuestiones, porque desde hace unos años hay un porcentaje de un 80 % de alumnas frente a un 20 % de alumnos. Esto en años no fue así, pero es cierto que la música per se no debería ser machista, ya que es de las pocas actividades grupales que no influyen sexo ni género (siempre y cuando no tengas que oír la aberración de que tocas como una chica o con peor aún trasfondo homófobo).
¿Cuál es la solución? En la raíz del problema es muy simple, se trata de que el alumno no sexualice el instrumento, sino que le atraiga por sus cualidades tímbricas acorde a sus capacidades su físico o su curiosidad. Para centrar el articulo es sencillo poner ejemplos de oboes femeninas, como Elaine Douvas en la Metropolitan Opera de Nueva York, Katherine Needleman en Baltimore Symphony Orchestra o Ariana Ghez en Los Angeles.